Una despedida.

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No te vayas sin despedirte.

No te vayas sin que me dé tiempo a contarte mis planes, a que hablemos de alguna película o a que tratemos de arreglar el mundo por enésima vez.

No te vayas sin decir adiós porque, ¿sabes? los inviernos son tristes y las primaveras que no vas a ver, están durmiendo con la esperanza de despertar aunque falten ojos que las contemplen.

Porque en la vida necesitamos cómplices y tú eres uno de ellos.

Porque necesitamos sueños, y palabras, y mentes y almas.

Respuestas.

Y tú vas a tenerlas todas, mientras que yo seguiré preguntándome las razones de casi todo.

Es cruel no saber del tiempo del que disponemos porque creemos ser eternos, y no lo somos.

Es difícil entender razones porque el corazón no piensa, ¿sabes?

Y no quiero quedarme en el limbo de las palabras no dichas pero tampoco encuentro los términos en los que expresarme.

Solo sé que no quiero que te vayas sin despedirte, porque los adioses no son siempre tristes, porque quizá haya que celebrar la vida, porque tal vez tú ves luz donde yo veo tinieblas, porque tal vez algún día volveremos a hacer planes, porque te vas a quedar siempre joven en mi mente, porque tendremos que seguir tratando de arreglar el mundo, aunque este no nos haya pertenecido nunca.

Porque la tierra nunca es leve, ¿sabes?

Nunca fue leve.

 

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